5 de diciembre de 2024

Parkinson en tiempos de pandemia

Los síntomas comienzan lentamente, en general, en un lado del cuerpo, pero luego se extienden a ambos. Algunos son temblor en manos, brazos, piernas, mandíbula y cara; rigidez en brazos, piernas y tronco; lentitud de los movimientos, y problemas de equilibrio y coordinación. A medida que la sintomatología avanza, las personas con Parkinson pueden tener dificultades para caminar o realizar labores simples. También, depresión, trastornos del sueño o dificultades para masticar, tragar o hablar.

A propósito del Día Mundial del Parkinson celebrado hoy, resulta imprescindible poder concientizar sobre esta afección y conocer cómo se ve afectada por el COVID-19. La efemérides se estableció en coincidencia con el aniversario del nacimiento de James Parkinson, neurólogo británico que, en 1817, descubrió lo que en aquel tiempo llamó parálisis agitante. Hoy, 204 años después, sabemos que es un trastorno del movimiento que se presenta cuando se pierde entre el 70 y 80% de las neuronas del tronco cerebral que fabrican dopamina, imprescindible en las funciones motoras.

Se presenta alrededor de los 55 años de edad. Su curso es progresivo. Si bien aún no existe una cura, diversos medicamentos mejoran los síntomas. La cirugía puede ayudar en casos severos.

Se calcula que el 1% de los mayores de 60 años tiene Parkinson y que el 5% de los afectados tiene entre 40 y 60 años.

Hay una serie de factores de riesgo potenciales asociados con esta patología:

-Predisposición genética: hay mutaciones identificadas en 16 genes PARK y otros 50 genes. Serían como mínimo el 10% de todos los casos. Esta cifra viene creciendo en los últimos tiempos.

-Causas ambientales: El antecedente de exposición a tóxicos, metales pesados, manganeso, agroquímicos, intoxicaciones por monóxido de carbono y también los traumatismos de cráneo crónicos y repetidos de los boxeadores y otros deportes, podrían causar parkinson al desencadenar la degeneración de las neuronas dopaminérgicas del tronco cerebral.

-Algunos estudios la vinculan con habitantes de áreas rurales, uso de agua de pozo, granjas y exposición a herbicidas y pesticidas.

-Ciertos estudios epidemiológicos han encontrado que es más prevalente en países industriales y en áreas con fábricas de aleación de acero duro y molinos de pulpa de madera.

-Se caracteriza por la lenta aparición de temblor en estado de reposo, bradicinesia -lentitud de los movimientos-, rigidez y alteración de los reflejos posturales.


La bradicinesia causa gran parte de la discapacidad y, en combinación con el temblor y la rigidez, hace que tareas simples como escribir, vestirse o abrochar botones se convierten en imposibles. Se produce un freno progresivo de los movimientos voluntarios, particularmente en la iniciación de algunos como pasear, girar en la cama y de destreza manual. Típicamente, la marcha es con pequeños pasos.

Además, hay numerosas manifestaciones motoras, cognitivas, autonómicas y sensoriales.

A menudo, el temblor está presente en estadios precoces, pero disminuye al mantener una postura. Afecta principalmente a manos y pies, aunque también a la cara (labios, mueca de conejo), la mandíbula y los músculos de la lengua.

Con la progresión de la enfermedad, los pacientes se sienten inestables y se dan cuenta de los constantes ajustes posturales imperceptibles que normalmente ocurren. Tienen dificultad para mantenerse de pie en posición recta. Cualquier maniobra en espacios reducidos puede terminar en problemas. También puede haber trastornos en el habla, impotencia, estreñimiento, seborrea y alteraciones de la regulación térmica.

Son frecuentes los problemas del sueño, que, inicialmente, son un cambio del ritmo, pero luego el insomnio se debe a diferentes causas (falta de movilidad, depresión, entre otros).

Aproximadamente, el 40% de los pacientes sufre depresión. Desde el primer momento, puede haber depresión, ansiedad y, ocasionalmente, una sensación de intranquilidad interior, junto con deseo de moverse sin poder estar quieto.


Parkinson y coronavirus

En diálogo con Infobae, el doctor Alejandro Andersson, médico neurólogo, director del Instituto de Neurología Buenos Aires, explicó: “podemos decir que las personas que tienen parkinson se encuentra en un grupo de alto riesgo a la hora de contraer el COVID-19, no necesariamente por la edad, sino por un factor multicausal”.

“No hay evidencia científica de que el diagnóstico de parkinson te haga más vulnerable a contraer o a contagiarte la enfermedad. Sin embargo, los problemas pulmonares son más frecuentes en estos pacientes, ya que son más susceptibles a contraer neumonías, infecciones, cuentan por lo general con dificultad para inhalar profundo e incorporar así suficiente cantidad de oxígeno en los problemas, y estos problemas potenciales serían uno de los motivos para transformarlos en un target de alto riesgo”, precisó el neurocientífico.

Un punto importante a destacar de acuerdo a Andersson, es que “los pacientes que tienen parkinson pueden ser medicados por muchos años. En un principio, se abordaban con una terapia sustitutiva, parecida a la que se da a aquellos que tienen hipertiroidismo y a quienes se les administra la hormona tiroides ya que no la fabrican.

En el parkinson, no fabricás la suficiente cantidad de dopamina, por lo que en principio se daba era un precursor de la dopamina -levodopa- en comprimidos y hoy en día se tiende a usar agonistas dopaminérgicos que son los productos que imitan a este compuesto para no crear tanto acostumbramiento a la medicación y poderlos medicar por muchos años. Este es el objetivo. Ser capaces de medicar a un paciente con parkinson por cerca de 20 años para que mantenga una buena calidad de vida. Es muy importante administrar de manera racional y con un muy buen control médico esta dosificación.

la doctora Emilia Gatto, neuróloga y jefa del área de Enfermedad de Parkinson y Movimientos Anormales del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (INEBA), diferenció: “hay que tomar en cuenta una serie de aspectos a la hora de hablar de COVID-19 y Parkinson: los síntomas que el coronavirus puede ejercer en los pacientes con parkinson. Hace muchos años que se conoce que la ocurrencia de algún fenómeno infeccioso o inflamatorio es capaz de exacerbar o empeorar los síntomas parkinsonianos, tanto aquellos motores (temblor, rigidez y la lentitud en los movimientos), como los no motores (urinarios, digestivos, conductuales, estados anímicos).

En principio lo que se ha aprendido de algunas series de casos de pacientes con enfermedad de parkinson que contrajeron COVID que también ocurría esta circunstancia, es decir el agravamiento de la sintomatología parkinsoniana”.

“De todos modos, eso no se correlaciona con un mayor riesgo de mortalidad. Sin embargo, los pacientes con enfermedad de parkinson con más años de evolución de la afección que contraen coronavirus están en más riesgo de tener complicaciones desde el punto de vista de la infección viral”, precisó la especialista.
«Hace muchos años que se conoce que la ocurrencia de algún fenómeno infeccioso o inflamatorio es capaz de exacerbar o empeorar los síntomas parkinsonianos», expresó la neuróloga Emilia Gatto


En relación al impacto de la pandemia en estos pacientes con enfermedades neurodegenerativas y en particular en esta afección, la neuróloga manifestó: “El aislamiento, la falta de continuidad en las actividades de rehabilitación, y el sedentarismo, han jugado un rol absolutamente negativo en personas con parkinson, ya que muchos de ellos presentaron mayor exacerbación del temblor, mayor dificultad en la marcha, mayor cuadro depresivo y alteraciones incluso cognitivas con mayores fallas en lo que tiene que ver con las funciones mentales superiores”.

“Se han creado estrategias de rehabilitación virtual y herramientas que permiten el contacto y control de los pacientes, tanto en el aspecto motor como en el cognitivo. El COVID-19 también presenta un riesgo potencial de desarrollar en un futuro enfermedades neurodegenerativas, el virus SARS-CoV-2 es neurotropo, tiene cierta predilección por el sistema nervioso que a veces puede ser la olfatoria o hemática y que podría tener según algunos especialistas un rol en el desarrollo futuro de afecciones neurodegenerativas, aunque esto es especulativo por el momento”, amplió Gatto.