8 de enero de 2025

Cuando se habla de accidente cerebrovascular, la relación casi inmediata es pensar en sus consecuencias

El ACV es una enfermedad aguda que se produce cuando se tapa o rompe una arteria del cerebro.

Es la tercera causa de muerte y la primera de discapacidad a nivel mundial.

La principal consecuencia del ACV no es la muerte sino la discapacidad.

Entre el 15 y el 30% de los supervivientes quedan con discapacidad permanente.

La rehabilitación después de un accidente cerebrovascular es una parte importante del proceso de recuperación. Ayuda a recuperar el movimiento, el habla, la fuerza, las habilidades, la independencia y a mejorar la calidad de vida.

Quien conoce mucho el tema es Carlos Delpiano quien trabaja en su instituto de Posadas desde hace varios años. Él es kinesiólogo, deportólogo, osteópata, estudió medicina china, y sigue estudiando y perfeccionándose. Siempre interesado en ampliar sus conocimientos, ahora se ha dedicado también a neurociencia y el mindfulness.

 

Cómo aparece en tu actividad la neurociencia?

“En una oportunidad fui a hacer una especialidad en Buenos Aires con gente que venía de Italia a darnos clases para hacer rehabilitación neurocognitiva, recién aparecía acá. Trabajábamos con pacientes. Una vez vi una paciente con un accidente cerebrovascular que mostraba un comportamiento diferente. Tenía una mirada, un semblante, parecía que estaba bien. Entonces le pregunté a la médica que nos daba las clases si me podía decir cuál era el motivo por el cual esa persona se comportaba tan diferente. Recibí una respuesta que me que me movilizó.

Me dijo que del cuello para arriba se ocupan neurólogos, psiquiatras y psicólogos y para abajo, nosotros.

Estábamos con pacientes con accidente cerebrovascular y le dije cómo nosotros nos vamos a preocupar solamente por el cuerpo cuando la lesión está en el cerebro. Salimos de la facultad para tratar el cuerpo”.

Así continúa Delpiano el relato que lo lleva a buscar otras alternativas.

“La inquietud mía de investigar ha continuado. En todo este mundo de la búsqueda, llegué a la neurociencia y al mindfulnes. Cada vez me doy más cuenta de que tenemos que cambiar nuestra forma de tratar a los accidentados cerebrovasculares. La idea era que el paciente tiene que hacer toda una rehabilitación en un ambiente de kinesiología como única alternativa. Los kinesiólogos fisiatras somos los que trabajamos el cuerpo, pero yo estoy totalmente convencido de que tenemos que implementar otras formas de tratamiento para ese cerebro que hoy nosotros sabemos que tiene plasticidad, capacidad de reconstruirse, de hacer nuevas sinapsis, para poder recuperarse”.

 

¿De qué manera inicia esta tarea?

“Me pregunto cómo voy a recuperar a alguien que tiene un problema físico si su cabeza, su mente, están en otra cosa. La neurociencia dice nosotros podemos recuperar o podemos utilizar la plasticidad de ese cerebro con una concentración plena. De eso se trata. Hoy puedo atender en el instituto implementando ese conocimiento y con resultados tan hermosos que generalmente nos lleva a la emoción, al llanto con el paciente, sus familiares y conmigo también”

 

¿Cuál es el tratamiento que propones?

“En primer lugar hago venir a toda la familia porque el entorno es de una ayuda fundamental para esa persona ha perdido la mitad de su cuerpo. No está preparada para resolver un problema de tal gravedad. Tiene sus conflictos, no sabe si va a poder volver a caminar, ha cambiado toda su vida. Entonces necesitamos estar con una concentración plena en nuestro cerebro. Poder encontrar una vía de comunicación con eso que se perdió. Hay que poner mucho énfasis en que hay recursos. Hablar con toda la familia que es la que está todo el tiempo con el paciente”.

 

¿Es todo a partir del primer encuentro?

“A partir de ahí comienza el trabajo. Cuando veo que la persona se tranquilizó, comprendió, ahí recién empiezo a hablar de la meditación. Le enseño qué es el mindfulness, le explico primero todo y comienzo a hacer una sesión de meditación, muy chiquitita. Hacemos en la meditación y es un escaneo corporal, es decir dentro de la meditación es hacerse consciente, trabajar sobre la percepción y la sinestesia de nuestro cuerpo. Para que pueda interpretar cada parte de nuestro cuerpo. Sumo todo lo que sé de la kinesiología, de la neurociencia y la meditación”.

Carlos Delpiano cómo va advirtiendo lo que se va produciendo dentro de la persona mientras la atiende. Las sensaciones que percibe, las reacciones cuando le va pidiendo que sienta tal parte del cuerpo, si la puede mover o no. Todo este proceso antes lo hacía de manera diferente. Ahora va guiando al paciente corporalmente.

“Es el resultado de los años de práctica. A mí me abrió mucho la cabeza estudiar medicina china porque es holístico e integrativo. Siempre digo que nuestra medicina es buenísima pero lamentablemente nos repartió por partes, nos dividió entonces el neurólogo por su lado, el gastroenterólogo por otro, el kinesiólogo, el traumatólogo. Así nos dividió y cada uno nos preocupamos por las partes y en realidad somos una sola cosa”.

El objetivo es tratar de unir cada parte. Se trabaja desde la neurociencia para poder conocer también el estado psíquico del paciente. Cuando llega al consultorio, lo primero que se hace es observar los gestos, la cara, los ojos, el tono de la voz, cómo  está hablando. A partir de ahí –describe Delpiano- puede saber las acciones que va a implementar con el paciente.

 

“He logrado a estas personas hacerlas parar, trabajar el equilibrio, que puedan tener el conocimiento de estar apoyado sobre los pies, sobre cada extremidad. Eso sensitivo se transforma en motor. Despacito vemos cómo descargar el peso sobre una pierna y después sobre la otra, me da tiempo para poder decir te paraste sobre este pie ahora vamos a hacer un pasito, luego otro”.

Es un trabajo lento, intenso, de gran sensibilidad y dedicación. La pregunta es por qué esta elección.

“Por qué lo hago? En mi análisis, mi abuela que me crió, mi papá, mis tíos, mi mamá, todos murieron con accidentes cerebrovascular. Ahí está mi respuesta”.