La salud de Manuel Belgrano

El General Manuel Belgrano, uno de los próceres más reconocidos de la patria y creador de nuestra bandera, padecía varias enfermedades. Falleció el 20 de junio de 1820 en la casa de sus padres en Buenos Aires. Tenía 51 años y había regresado de Tucumán luego de un periplo difícil.
Pese a su endeble salud, fue un guerrero por su espíritu revolucionario.
Su médico el Dr. Manuel Castro trasmitió algunas de sus últimas palabras.»En la eternidad adonde voy y en la querida tierra que dejo, espero que los buenos ciudadanos trabajarán para remediar sus desgracias».
Desde joven estaba enfermo
Belgrano había regresado de España en 1794 ya con su cuerpo deteriorado. Su vida juvenil en Madrid, Salamanca y Valladolid le había dejado consecuencias.Tenía sífilis y luego complicaciones debido a la persistente humedad porteña que le afectaba las articulaciones.
Varios historiadores y médicos han publicado datos sobre la salud de Belgrano.
El médico Daniel López Rosetti se refiere a la sífilis que le fue diagnosticada en el Protomedicato del Río de la Plata, como una enfermedad común en esa época. En su etapa más tardía produce problemas cardíacos, con dilatación del corazón. Se ha definido que tenía una cardiomegalia por hipertrofia vascular cardíaca.
El historiador Armando Piñeiro publicó en el año 1977 varios datos que detallamos.
En 1800 una afección ocular —principio de fístula en ambos conductos lacrimales— provocaba terminante recomendación del médico Gorman: abstenerse de lecturas y labores propias de su estudio jurídico. Obvio es señalar el poco caso que Belgrano hizo a este consejo.
En 1813 sus campañas militares le produjeron paludismo y fiebre terciana. “En vísperas de la batalla de Salta, y el amanecer del día 20 de febrero, nebuloso y con lluvias intermitentes, circuló la versión de que el general Belgrano había tenido varios vómitos de sangre, y que tal vez no podría montar a caballo” (José Luis Molinari, Manuel Belgrano. Sus enfermedades y sus médicos, en Historia, Buenos Aires, junio-setiembre de 1960). Había dispuesto mandar la batalla desde una carreta, pero horas más tarde mejoró.
Contrajo luego cirrosis y várices esofágicas, padeciendo también de hipertensión portal. En 1819, según confesión a su sobrino Ignacio Álvarez Thomas, sufría agudamente del pulmón y del pecho.
Hacia 1819 comenzó la hidropesía, con hinchazón de piernas y pies. Lluvias, fríos, vientos sin abrigo y escasa alimentación, lo postraron tras el armisticio de Santo Tomé.
López Rosetti explica que por la acumulación de líquido, porque el corazón no bombeaba, pasó muy mal sus últimos días. Tenía inconvenientes para respirar, le faltaba el aire. Además su hígado estaba muy deteriorado.
La despedida
«Triste funeral, pobre y sombrío, que se hizo en una iglesia junto al rio en esta Capital al ciudadano Brigadier General Manuel Belgrano.” Este texto fue publicado en El Despertador Teofilantrópico, periódico que dirigía el padre Castañeda, el 22 de agosto de 1820, dos meses después de la muerte de Belgrano. Ningún otro diario —en la época aparecían también en Buenos Aires la Gaceta y el Argos— se hizo eco de la muerte del héroe.
Si bien falleció el 20 de junio, los funerales recién se realizaron los días 27 y 28 de julio, porque el hermano canónigo Domingo Estanislao Belgrano, esperó pacientemente y sin éxito el anunciado propósito del Cabildo de celebrar exequias oficiales. El funeral se hizo en el templo de Santo Domingo, previo pago de 102 pesos, pero sólo asistieron los hermanos, sobrinos y algunos pocos amigos.